(Santa Ana, 1919 – 1961) Poeta salvadoreño. La primera etapa de su producción siguió los cauces del romanticismo, pero posteriormente desarrolló una obra más realista, comprometida y social.
En el campo de la política, formó parte del «grupo de los seis», que luchó contra el dictador Maximiliano H. Martínez. Vivió desterrado en Guatemala entre 1944 y 1945, y más tarde en Costa Rica. Abogó por la unión de Centroamérica en una sola entidad. En los últimos años de su vida, sufrió un cáncer en la lengua que le obligó a trasladarse en varias ocasiones a Texas, donde las intervenciones quirúrgicas no lograron sanarle.
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Regalo para el niño
Te regalo una paz iluminada.
Un racimo de paz y de gorriones.
Una Holanda de mieses aromada.
Y Californias de melocotones.
Un Asia sin Corea ensangrentada.
Una Corea en flor, otra en botones.
Una América en frutos sazonada.
Y un mundo azúcar de melones,
Te regalo la paz y su flor pura.
Te regalo un clavel meditabundo
para tu blanca mano de criatura.
Y en tu sueño que tiembla estremecido
hoy te dejo la paz sobre tu mundo
de niño, por la muerte sorprendido.
(Oswaldo Escobar velado)
Su poesía es un equilibrio de belleza lírica y compromiso con su tiempo histórico. Debatiéndose siempre entre el posmodernismo vanguardista, el romanticismo y el compromiso social y político, su lírica resulta difícil de ubicar. Entre sus libros destacan Poemas con los ojos cerrados (1943), Diez sonetos para mil y más obreros (1950), Volcán en el tiempo (1955), Árbol de lucha y esperanza (1951), Cristoamérica (1958), Cubamérica (1960), Antología Poética (1967) y Patria exacta y otros poemas (1978).
Cristoamérica
Venid a ver conmigo
Este mapa de mi tierra sulfurosa y volcánica.
Venid a ver este dolor que estalla
Aprisionado entre sus dos océanos.
El mapa aquí lo tengo.
Fijaos bien en esta mano simple que señala.
En esta mano de hombre sin anillos papeles.
Voy a tocar a un Cristo.
Sí. Sí, aquí está.
Su cabeza herida en la llanura de México,
Su corona de espinas formada
Con los niños héroes
De la bandera tricolor
Del águila, la tuna y la serpiente.
Venid a ver mi mapa desgarrado.
Ved el cuerpo del Cristo y sus venas azules.
El Suchiate le ofrece una esponja con agua
Y una mano le quita la bondad de ese gesto
Tan fluvial y tan alto.
Para su sed, Belice.
Ved el cuerpo del Cristo y sus venas azules.
En el Petén hay llagas con olor a madera.
Ved su brazo derecho clavado en Tiquisate.
Mirad el otro brazo moribundo en honduras
Sobre la Costa Norte.
Venid a ver, que Nicaragua entera
Es un lanzazo abierto
En el desnudo pecho
Del Cristo que os indico.
Ved como el Cristo al firmamento mira,
Y oíd cómo sus labios marchitados balbucen:
“No los perdones, Sandino,
Porque Ellos,
Sí saben lo que hacen”.
Mirad los cárdenos golpes en su pecho;
Aquí está en Venezuela
Donde el petróleo es una vasta sombra;
La carne magullada tiembla debajo de los Andes.
Sangran las minas de Perú y Colombia.
El Amazonas llora su lágrima selvática
Y cae, en medio, de la noche de América.
Grita Cuba con voz azucarada:
Su miel es sangre de vegetal campana
Que golpea el anillo del mar en que reposa.
El cocodrilo suelta su magnolia en el río
Y el violín de los peces se desnuda en el agua,
Y una rosa silvestre de las costas de Chile
Llora junto al estambre salado del nitrato.
¡Desgarrado está el cuerpo!
Seguid mi mano simple sin anillos papeles;
Ved aquí en Panamá las carnes mutiladas,
Las oceánicas rosas golpeando su cintura.
¡Desgarrado está el cuerpo!
¡Desgarrado en Colombia!
En Paraguay las llagas iluminan la noche.
En Puerto Rico un hombre medita en una cárcel
Y en Brasil otro hombre regala su ceniza.
¡Desgarrado está el cuerpo!
¡Mirad sus pies helados
Clavados en la Antártica!
En Perú los sonámbulos metales resuenan
Como huesos quebrados
Y en la pampa argentina hay temblor de caballos
Por el Cristo del mapa.
Este Cristo sangrante que mi mano señala
Se llama Cristoamérica.
La piedra de su Iglesia se levanta en Bolívar.
Morazán sostiene su bandera de siglos
Y en su coro de niños su mineral estatua
Nos abre su esperanza.
Cristoamérica que estás en el pueblo,
Que estás en el niño, en el pan y en la uva
Esperamos que tú resucites
El día tercero.
(Oswaldo Escobar Velado)