Otra vez tu voz al teléfono. Y me suena fantástica y a la vez tan lejos. El recuerdo me recorre como el centro de un lente y se hunde en cada rincón de la casa que habito, despacio, avanzando hasta encontrarme en la ribera de un río donde moran miles de muertes. Ahí me acurruco para esperar que los acentos del Este irrumpan en la noche, en mi noche cada vez menos densa. Deja que pueda acercarme hasta ti a través de las luces que deambulan, sonámbulas, en este patio del trópico. A lo lejos escucho los grillos cantar con tristeza las últimas lluvias que arrasaron poblados, dejando una marca de hambre más honda que la muerte misma. Las estrellas, en lo alto, serpentean y juegan al vicio de trocarse promesas, mientras una chalupa navega aguas abajo, entre sombras. El viento, siempre el viento, portador de los gélidos latidos del norte, se detiene y reseca algún río nacido en mi rostro
Tú llegas cada noche por quince minutos, y entonces todo se enciende. La humedad de la tierra que antes ocupara mi pecho se transforma, y al contacto del calor encerrado en cada palabra disuelta en esos quince minutos, nace una flor extraña que convierte en altar el rincón que la acuna, y que es el mismo arrasado una y mil veces por la ira de un ciclo de guerra y de gritos. Tu voz, como un faro, como el mínimo y preciso espacio que ocupa mi tiempo, se entreteje en cada resquicio de sombra y acrecienta mi fe en una luz verdadera. Llegas tibia con ella, con tu voz que predice razones de trigo y la risa estallando en mi boca. Tu voz diminuta, y gigante a la vez cuando ha atracado en mis labios y hace callar a las furias, agitadas en ellos.
Quédate un rato más. Vuélvete eterna y haz que este sitio abrazado de sombras recobre su imperio de pan y de puño, trenzados en una leyenda que habla de flores nacidas del pecho de guerreros gigantes. Escribe tu historia en mí, déjame ser el espacio que albergue al tritón de los sueños, de tu sueño que vaga ahora en la bruma de una llamada de quince minutos, cada día, todos los días, como una promesa de piel limitada por leguas de frio, que a veces ya parece una ausencia. Quédate hoy un rato más, y deja que el recuerdo agudice su lente para grabar por siempre en mi memoria el temblor de tus labios que llega, a través de tu voz, todos los días durante quince minutos.
TU VOZ
Tu voz, húmedo musgo, refrescante espesura
de montañas y lagos, horizonte de besos
disueltos en palabras y mínimos susurros
en el nuevo universo del amor sin distancias.
Tu voz, paloma blanca, derramada ternura
de cafetos y trinos, vanidad de caricias
dejadas en la orilla de mi playa morena
donde los labios quieren deshojar la tristeza.
Tu voz, pedernal negro, cansados estertores
de volcanes y rocas, mitológicos pasos
cruzando los caminos de mis mapas agrestes
donde las manos quieren descifrar las pasiones.
En las tardes espero su rubia campanada,
sus cristales dormidos, su temblor de luceros,
quebrándose en las venas de mis cielos huraños
donde mi cuerpo busca tu cuerpo de promesas.
¿Es acaso una fuente que ha perdido su ritmo
de manglares y helechos en mi verso de jungla,
y es tu voz de colmenas que viene con las tardes
la que llega a cantarle su horizonte de risas?
La escultura del viento no se pregunta dónde
comienza el armonioso vaivén de sus latidos,
porque sabe del Este su magia desbordada
que viene con las tardes a cubrirla de besos.