Sombras

 

IGUAL

Igual, mejor te adhieres a la sombra
ya que la sombra es seña del que vive,
es la voraz careta que contiene
los llantos y las dudas y las fugas.

Cuando del sol te lleguen otros labios
y precisen razones de terneza,
no dejes de gritarles los rincones
del sitio que padecen estos tuyos.

Tal vez recibas todas las miradas
ancladas en los párpados del tedio,
tal vez la cicatriz de los que buscan
la paz que presuponen los suicidios.

Igual, mejor te compras en los kioscos
unas revistas, esas donde gimen
con su riqueza al lado y con su clima
las áridas pupilas de las cosas;

así podrás saberte protegido,
sutil beso de farsa que prefiere
la desnutrida luz de los neones
mientras crece la nieve en otras bocas.

Pero nunca podrás verte sin sangre
recorriendo sin pausa tus momentos,
jamás podrás trenzar en tus miserias
una sombra de pan que te sustente.

(Ricardo Gálvez)

 

LENGUAS

Lenguas agonizantes, vanos signos,
palabras como sombras,
como fríos ministros que defienden
una visión de tedio y de miseria;

huecos que se vistieron de lugares
y de caras difusas y de necias
razones enguantadas,
nulos como una palma sin destino.

Besos que desconocen la ternura
de las marcas de sangre en las paredes
y los sueños del muerto en el asfalto,
rito y canción de cuna de la insidia.

Lo que queda es la vida y sus verdades,
ese llamar a todo por su nombre
aunque la gracia cueste unos latidos,
una noche de lenguas putrefactas
que se hospedan muy íntimas,
pegaditas al rostro, venenosas,
como sucios presagios, como letras.

(Ricardo Gálvez)

 

Extranjera la voz

sándorfi istván

painting by sándorfi istván

 

Extranjera la voz, está buscando
un detenido sueño que en las piedras
sea tonada viva entre los cuerpos,
mientras la extensa noche que los cubre
deje bordar riberas en sus sombras
y un horizonte solo y sin estigmas.

Hace un tiempo recorre con premura
asfaltos fermentados por el miedo
y voces que repletas de silencio
viven atadas, muertas, en los siglos;
a veces se detiene entre los campos
y da un beso a las flores mas distantes.

Hay presagios de luz en las pupilas
y el acento del pan está rompiendo
la escafandra que oculta su milagro;
cada palmo de tierra debe abrirse
mañana, cuando el alba torne atenta,
hacia un mundo de labios que cabalgan.

Acá en el beso gris de los espejos
sigue mi voz su trote de centauro
y funde a las raíces su destino,
con su trémula lluvia de canciones
busca simple dejar en las miradas
una oruga de sol que nace espiga.

(Ricardo Gálvez)

Hay un viejo sitio

Todo cabe dentro del proceso de crear. Vida y muerte. Sol y lluvia. Un espasmo en la frente que hace retroceder a cada instante. Y el creador precisa de todo para forjar su verbo, su mundo de palabras, hecho sueño. Así se va dotando de corazón y piel a las cosas mas simples, a las que se le ocultan, a las no inventadas.

Pero más que las cosas y su necesidad de formas, de nombres que las identífiquen y las eleven hasta planos altísimos de la palabra, exiliándolas en libros y en etiquetas que con el tiempo se agotan, están los otros y su calor de mundo, y su frío de mundo, y esa infinita virtud de habitar cada renglón de vida del ser que crea, que canta.

Pero disculpa. A veces el vino trastorna mi cabeza y me pongo a escribir estas cosas, estos garabatos que nacen desde una propia experiencia.

 

Dresde

El timbre sin gloria de un viejo que pasa
se quiebra con furia sobre tus asfaltos,
va rumiando el frío su pena de tiempo
y las sombras cruzan como un vendaval;
serpientes que riñen, rotos corazones,
pasos que se pierden entre la penumbra.
Cuando el suelo llora al germen sin rito
cubre un piano al día, roca desolada
donde se pervierte un beso desnudo.

Hacia un laberinto de flores ya muertas
va callado el sueño, rastros de ceniza
y garras de tedio rompen su costado,
buscan el latido del rosal perenne
para recrearse entre su esperanza,
y calan las dudas, las piedras bostezan,
se abre un gigantesco abismo de miedo,
dicen su silente plegaria los dioses
para que amanezcan semillas los labios.

Hay un viejo sitio donde canta el agua,
brilla entre los setos la flor del misterio,
la ruda madera cuenta su leyenda
de amores que han ido venciendo alambradas,
el torogoz liba del rosal perenne,
nace del quetzal un mito sagrado,
la fuente amanece con luz en su fondo,
crece libre el fuego su lengua de siglos
y entre las pupilas, un nuevo horizonte.

(Ricardo Gálvez)

Golpe de mano

poesía urbana y social

poema y guerra

Habitamos los cerros y quebradas;
nuestros sueños eran alforjas
siempre llenas y altivas.
Los verdes cafetales y el silencio bermejo
ocultaron los pasos, suaves pasos
para desafiar a la muerte.

Habitamos el sitio donde todos los lamentos
saldrán desde la tierra, sorprendidos
por el milagro de la vida en nuestra sangre,
y con el temblor en las manos
seguimos los caminos, silenciosos
para sorprender al destino.

Habitamos el corazón del enemigo
y su diario millón de proyectiles,
sus fusiles, sus bombas, su emboscada,
y desde la humildad de un bolso negro
despertamos la noche, gigantescos
le asestamos un golpe de vida a la muerte.

(Ricardo Gálvez)

Y tú querías esas letras

pandilleros, maras y realidades

photo by Victor J. Blue

Y tú querías esas letras, todas,
en tu cuerpo y tu mundo, todas juntas,
como un símbolo, como un dato
de que la vida te traspasa mientras mueres, mientras sabes que todo
deja su rojo timbre entre sus pliegues, entre todos sus cuartos,
entre todas sus horas,
en la misma miseria que dispuso de un patio gigantesco
para verte correr de los garrotes, a correr de tu padre,
de tu madre y su crack entre los dientes,
de tu hermano que había cosechado fracasos.

Pero tú no sabías de las rejas,
del *tabo que te deja cagando en los rincones
con un temblor de días, de años rotos,
de pez que se estremece porque sabe
que no tendrá jamás una tranquila
y luminosa noche que lo cubra;
tú no supiste nada de los otros, de los que transitamos por la muerte
con un beso de sangre en nuestras jackes.

Pues bien,
que nos grite el recuerdo de tus tripas al aire,
de tu falta de tino para tocar mujeres, homeboy malo, desnudo de ternura,
que me grite el recuerdo de tu barrio, de mi barrio sin letras,
mi visión de pobreza que destapa unicornios de alcohol en las distancias,
mi caricia de padre que prefiere esconder a su savia, desterrarse en el pecho
de una hembra que sabe lo que cuesta estar viva;
que me grite la sangre entre mis manos
y tu grito y mi grito, danzando en las aceras,
mientras la lluvia borra tu visión de fantasma.

(Ricardo Gálvez)

*tabo=prisión

Y es que tuve un espacio

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y es que tuve un espacio entre las manos.
Era un timbre de sol,
una flor que decía
la tonada del agua en la tierra del fuego,
un perpetuo dejar que la vida disponga,
sin más límites
que la furia del signo cuando echa raíces;
y me crecí gigante,
alegre,
desvistiendo silencios,
la ternura del simple bostezar de la tarde
mientras todas las lenguas apuntaban a Venus.

Cuando supe que habían atracado fracasos
en mi puerto que abriera su calor a las furias,
cuando me vi pequeño,
desnudo en la tormenta,
sangrante,
despojado de todo,
de ese espacio que tuve entre mis manos;
y cuando los momentos de las lluvias no supieron de historias,
no forjaron leyendas,
cuando el dolor, el grito, la angustia que maldice,
no supieron decirme donde estaba soterrada la dicha,
me nacieron gaviotas con color de granizo
y en un monte sin nombre se crisparon mis dedos, se abrieron
al oscuro secreto de la sangre que corre entre grises recuerdos,
de sentirse pequeños,
mínimos amuletos del mal y de la muerte,
de saber del destierro y su nieve gerania.

Ahora callo,
me trajinan ciudades que no saben de donde
viene la melodía que dibujan los astros,
ni la fecha que debe
albergar sin miseria a la vieja semilla,
las pequeñas sonrisas que no saben de bocas
donde copiar su tenue desvestirse sin miedos;
agoniza este campo
y en las manos sostengo una grave silueta, nuevo signo que busca,
entre las piedras negras,
un fragor de esperanzas y de espacio sin cercos.

(Ricardo Gálvez)

¿Recuerdas?

 

¿Recuerdas?
Yo recuerdo la tarde en tus ojos azules.
Sus veleros de fragua, deshojándose simples,
habían atracado en tu cabello suelto
cual minúsculos labios, y un sin fin de galaxias
en tu boca tenían desvestida la risa.

En mis manos, en cambio, aullaban las horas
y eran sombras mis ojos hospedando temblores;
era el miedo que suda un montón de veredas
donde crecen historias sobre pueblos heridos,
habitante de un mundo de pegasos enfermos.

Recuerdo.
Yo recuerdo tus manos,
la aridez de mis labios detenida en su copa,
la mirada del guardia, los papeles, sonidos,
y esas cosas que obligan a cubrirse los nombres,
recuerdo lo mas mío, lo mas nuestro,
de lo hermosa que estabas, danzando en la memoria,
mientras todos los muros trituraban mi rostro.

(Ricardo Gálvez)

Mamá

mamá

Poem of Love

Poem of Love
By Roque Dalton

Those who widened the Canal of Panama
(and were classified as “silver roll,” not “golden roll,”)
those who repaired the Pacific fleet
in the bases of California,
who rotted in the prisons of Guatemala,
Mexico, Honduras, Nicaragua
As thieves, smugglers, and blackmailers
As starving people
Those suspected of everything
(permit me to turn over the accused
as a suspicious beggar
with the aggravation of being Salvadorean),
those who filled the nightclubs and bars
in all the ports and capitals of the region
the farmers of corn in the middle of a foreign forest
the kings of the red page
those whom no one knows where they are
the best artisans in the world
those who were cooked with gunshots while crossing the border,
those who died of malaria
or the stings of scorpions or the yellow barb
in the furnace of banana plantations,
those who cried out drunk the national anthem
beneath the cyclone of the Pacific or the snow of the North
the crowd, the beggars, the addicts,
Salvadoreans cursed and damned
Those who could just barely come back,
Those who had a bit more luck,
The eternal undocumented,
The do-anything, sell-anything, eat-anything,
The first to take out a knife
The saddest sad people in the world,
My countrymen,
My brothers.